jueves, 16 de septiembre de 2010

A-temporal

Oye, hace tiempo que no te escribo. Te escribí, pero antes te escribía mucho más. No sé si ahora me lees.
Lo que pasa es que soñé contigo. Estábamos en un campo y dormíamos al lado. Nos reímos. Cosquillas iban y venían. Y de la nada, antipático. Frío. Distante. Ni una palabra. Yo te preguntaba y sólo me mostrabas tu espalda. Me amurré y me di vuelta. De ahí vi unos caballos, gente corriendo y jugado y desperté.
Me sorprende lo cambiado que estás. Incluso lo he comentado. Totalmente distinto. Hasta físicamente eres otro.
No entiendo cuál es el fin de ser pesado. De estar siempre con cara de gruñón. Siento una mala energía de tu parte. Mala mala.
Y tan bien que nos llevábamos. Ayer me encontré con una foto tuya en mi computador. Una en blanco y negro, creo que te la mandé una vez. Sales muy bien. Y ese día fue increíble, paseando por Santiago.
En otra parte, me escribiste que no era que quisieras estar serio, sino que va más allá y que no quieres cagarla más. Trato de entender y no puedo.
Me da lata decirlo, pero como eres ahora hasta me caes mal. No me gusta toparme contigo. Recibo toda tu malaonda. Todo esto fue de la nada. Te cambiaron. Metamorfosis.
Sé que estás con N. Cuando supe quedé paralítica. Inmóvil por unos segundos. Y supe hace bastante bastante tiempo. Más me sorprendí porque siento que ella es tan distinta a ti. Y lo que más me sorprendió después de eso es no sentir entre ustedes una fuerza de atracción, una coquetería, un juego, un guiño o algo. Entre su espacio no veo nada. Los veo juntos, pero no revueltos. Cada vez que estoy y están, no se hablan, no se sientas al lado, no se dan la mano. Y todos saben que están juntos.
No entiendo.
Si te viera feliz me alegraría tanto por ti. Me encantaría verte radiante, contento y de buenas vibras.
Pero te percibo malas pulgas.
En una de esas sólo lo percibo yo porque va dirigida a mí. Lo encuentro una pena, porque me gustaba tener una clase media extraña de amistad. Según yo, lo pasábamos bien igual. Parece que me equivoqué.
Bueno, lo que quiero decirte es que ojalá se te pase la seriedad y la pesadez. No eres así.
Y que te quiero. Hace tiempo que no te lo digo. Y por ese querer, quiero verte bien, al menos cuando te vea.

domingo, 12 de septiembre de 2010

11 y 12

Abrí mi mail hoy 12 de septiembre. Había uno esperando ser abierto, del día anterior.
Pedro Elster. Motivo: Felicitaciones.
Hace cinco años que no recibía un mail suyo, directamente hacia mí. Que no fueran cadenas, powerpoint o prevenciones policiales.
El último mail fue en mi primer año de universidad y ahora estoy en el último. Todo un período fuera. Ausente.
"Hola Daniela. Supe por la Conti que te ganaste un buen premio. Te felicito, sigue así. Papá"
Creo que no pestañee por un buen rato. Perpleja.
Después mi guata sintió la pateadura y tuve que correr al baño. Mi cuerpo psicosomático deja salir todo lo que el resto reprime.
Pasó un rato. Algo agitada, le conté a mi mamá. "Bueno..., será", dijo con desaire. No quise darle importancia. Me hice la dura.
Una película. Eso. Veo una y a dormir. Cuevana al azar. "Remember me", bien evaluada, ya filo, la veo.
A medida que la película avanzaba, más me tocaba el tema. Ese papá que está ahí sin estarlo. Que es más importante todo el resto y después los hijos. Que los hijos se lo dicen a gritos, y él no pesca. El protagonista se enamora, la caga, la vuelve a cagar. Ella se da cuenta que igual lo ama. Pasan mil cosas y vuelven. El papá la vuelve a cagar con su hija menor. El protagonista explota y le dice la verdad sin tapujos. Cruda. Fría. Penetrante.
Con pequeños gestos, el papá empieza a cambiar. Y lo veo con tanta ilusión hasta que me doy cuenta que es película, que eso no pasa. La gente, a ese punto de la vida, no cambia.
Cuando la película se torna hacia lo positivo, por fin, el final la rompe. Totalmente inesperado. Helada. No puede ser. Y se relaciona con el 11 de septiembre.
Empiezo a respirar acelerado. Fuerte. Marcado. El corazón se me agita. Los ojos se me empiezan a llenar, pero no pasa nada. Me da pena la película, pero de repente me acordé del mail.
¡ZAZ! llanto. llanto. llanto.
Ahogo.
Presión en el pecho. Salen lágrimas a borbotones. Salen. No controlo mi respiración. Veo a mi papá riéndose. Lo veo mandando el mail. Lo veo mandándome saludos por teléfono, que yo pensé era invento de la Conti.
La Conti entra a mi pieza, me abraza. Le cuento lo que pasa y me hace mostrarle el mail. Lo abro y veo la fecha: 11 de septiembre.
P a t a f í s i c a
Un 11 de septiembre alterado a mí manera. Tuvo su propia manifestación. Su propia revolución.
Y ahora soy yo, la que vive los daños.
Necesito que alguien me ayude a calmar la pena. Alguien que me diga algo que encuentre cuerdo. O que me abrace más rato. Acá todos están acostados.
Hace tanto tanto tiempo que no lloraba por él. Y así. Cuando se te raja el pecho. Se te rompe el alma, porque todavía estaba vivo ahí adentro.
Parece que lo extraño más de lo que pensaba.
Lo que más me cagó, fue que la Conti dijera "está cambiado, es otro". Ver para creer, que de otra manera no he aprendido. Y creo que aunque lo vea, no lo creo. Tengo que sentirlo.
Lo raro es que esto no me quita la felicidad o la quietud con la que estoy viviendo. Es sólo la apertura de una cicatriz añeja. Se desangra un poco hasta que se controla. Tenía que reaccionar, porque todavía siento, todavía está aquí y no se ha muerto.
Yo no sirvo para pasar las penas sola. Lo tengo asumido y por eso creo que se agrava. Pero creo que la paz que he alcanzado me ayuda como compañía, porque ahora escribo y es como si al mismo tiempo, alguien me hiciera cariño. Ya no lloro. Sólo respiro.

una gota

una gota