domingo, 20 de junio de 2010

Ella

Con la mano derecha, arrastra el pelo hacia atrás. Despeja su cara.
Mira abajo.
A su alrededor, todo se mueve. La gente camina, habla, ríe, corre, empuja, se le caen papeles, botan colillas al suelo, conversan, escuchan música.
Y ella, calla.
Mira el suelo.
Se apoya en la pared, se sale de la marea humana. Se inca y agarra su cabeza con las manos.
Suspira, profundo.
Es mediodía.
Y sobre su mejilla, se escapa una lágrima. Y luego otra.
Solloza.
Nadie la ve.
Nadie la mira.
Cruza sus brazos sobre las rodillas, apoya la frente y deja que su pelo la tape.
Ya no es sollozo, llora.
Todavía, nadie la mira. Quiere que la miren, que la abracen y le pregunten qué pasa.
Aunque ella no sabría qué responder. No sabe.
Se le aprieta el pecho. Una opresión dolorosa, que le quita el aire.
Piensa en cuánto le gustaría que alguien la tomara en brazos y la acostara, tapada, sin frío, para después cobijarla a su lado.
No sucede.
De la nada, sale un perro, un callejero. Negro con café. Mete su hocico por un espacio que queda entre el brazo y la rodilla. Ella levanta la cabeza, con el pelo pegado a la cara por el agua. El perro, sonríe. Ella también. Lo abraza, le hace cariño detrás de la oreja. El perro mueve la cola.
Ella se limpia la cara con el puño del polerón. Se pone de pie. Le agradece al perro por su compañía, camina unos pasos y el perro la sigue. Se fuma un cigarro, acompañada.
Sonríe.
Se le olvidó la pena.
Suspira una vez más, se termina el cigarro. Abraza al perro por largos minutos.
Ella se va y unas cuadras más allá, la maldita pena, vuelve.

1 comentario:

  1. El hombre es como un perro que viene y se va. Hay peros que tomas, otros que dejas, unos te siguen y a otros ni los miras, no existen.
    Me ancantó que el perro le suba el día.

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una gota

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