viernes, 30 de julio de 2010

Memorándum

Soy cambiante.
Lo asumo.

Y en esa condición, me desespero. Hoy quiero una cosa, ayer otra y mañana quién sabrá. Siento que se me nubla la cabeza y más el corazón. El despelote que siempre he sido. Hoy hay un poco más de orden.
Un poco.

Creo que me he quedado atorada, que, aunque intente, no me puedo zafar. Siguen latentes los lazos del ayer, esos que me tiran al centro, al origen, a la esencia. Es cierto que he cambiado, o no cambiado, madurado. Soy distinta. Me siento distinta. En su mayor forma, soy feliz. Pero me falta la cuarta patita de la mesa. No estoy completa y creo que necesito estarlo. Esta ambivalencia me confunde, pues ningún lado de la balanza se carga.
Hoy me acordé de ti, porque soñé contigo. Estábamos en mi departamento y mi pieza estaba como en el 2005, con la cama nido. Sentados, revisábamos un bolso. Tu celular sonó. Tu papá. Hace tanto que no sé de él. Te dije que le mandaras saludos y me lo pasaste. Era vívido. Juro que le hablé. De ahí, sonó mi celular, pero en la realidad y desperté.
Te he pensado mucho, algo que yo no acostumbro: pensar. Sé que te extraño, tanto tanto. Pero al mismo tiempo, no volvería contigo.
Sería tu amante.
Feliz y dichosa.
Una patasnegras.
No soy para ti. Lo he decidido. No te hago bien y yo me hago bien sólo a tu lado, lejos, no. Eso es por este proceso que al fin está culminando de conocerme, de manejar la libertad, de saber quién soy, para dónde voy y cómo quiero ir. Hoy SÉ LO QUE QUIERO.
Y me encantaría que fuera a ti, un lado mío lo quiere, pero cuando el razonamiento acecha, no eres tú y valida mi opción de dejarte para que hicieras tu camino. Era lo menos egoísta. Creo que eres feliz, espero que lo seas, pero también siempre espero que en algún momento me busques, quizás sólo para verme, para escucharme o para abrazarme. Yo lo he querido, pero no quiero meterme en tu vida que se arma rápido.
Me desespera a ratos pensarte tanto. Has tejido pedazos tuyos en tantas partes. Es imposible sacarte. Por eso, no es sacarte lo que quiero, sino aprender a vivir con tu presencia y tu recuerdo. A que sea eso, un recuerdo. Eres parte de mi historia, de mi vida, de quién soy, no una pesadilla tormentosa o una herida autoinflingida.
No sé cómo nunca, en este año que ha pasado, te han dado ganas de llamarme, de mandarme un mensaje, de pasar por afuera de mi casa, de ver mis fotos, de hablar con mis amigos. Yo me he tenido que amarrar las manos, pero lo he logrado. Me felicito.
Ahora sólo queda tener todo esto presente, por eso lo escribo, que no se me olvide.
Acuérdate Daniela del porqué.
Con eso, me basta. Y piensa que lo lograste, que él es feliz. Y que también lo eres. Siéntete cómoda con tu decisión y avanza.
A V A N Z A
Como lo has venido haciendo. Confía. Nunca te arrepientas.
Este es mi memorándum. Espero leerlo cada vez que se me olvide, que quede en el pasado o una de las tantas veces que me nublo.
He dicho.

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