lunes, 30 de agosto de 2010

Rompeyraja

Una sobredosis de honestidad que necesitaba. No. No era exactamente lo que esperaba. Pero lejos, no estaba. Eso sí, vaya la sorpresa.

Al parecer yo soy la tonta lesa. Esa ingenua cabrita que ve lo que quiere o que deja jugar su imaginación, a veces como tú. Sí, también me lo he imaginado.
Curioso es que no nos digamos nada, sólo escribimos. Qué medio. O miedo.
Es más difícil cuando se puede contestar o simplemente quedarse callado, de la impresión. Me gustaría el complemento con lo físico, qué me dice tu cuerpo, tu expresión o tu silencio.
Algún día, quién sabe.

Igual, me entusiasma saber que algo te provoco, algo. Pero para mí es diferente. Me han pasado otras cosas. Punto aparte.
Creo que a ratos he sentido más de la cuenta y sin querer. Me lo he tratado de negar. Juro que he intentado poner todos los obstáculos posibles. Hasta me los creo. Pero en momentos de lucidez o más bien de locura, caigo en una verdad que cuánto quisiera falsa. Siempre he sabido o he intuido lo que por fin gritas. Pero me gustan las posibilidades abiertas. Y nunca las cierro.

Sé que hay muchos elementos que abren paso a la imposibilidad. Muchos. Y eso me aterriza de golpe y porrazo. Pero cuando alejas (y cometes el error) de permitirle camino al corazón, la cabeza se te va a la sangre y bueno, qué tanto. Fue. Ahora esperar a que pase. Como todo. Como siempre.
Fue un lindo invento. Una historia no historia. Una de esas posibilidades con las que me gusta jugar. Pero sé que las emociones siempre me engañan. Tan poco control que tengo sobre ellas. Y ahora van ganando con ventaja. Porque yo las he dejado. Aunque me lo sigo negando.
Y aquí viene una confesión: he dicho no por miedo a no cumplir expectativas. Por desilusionar. Por no ser lo que esperabas. Prefiero que te quedes con esa idea, ese sueño o lo que sea. No cruzar la línea. Error o no. Temí crearme ilusiones más de la cuenta. Mina po. Típico me engancho. Dime cobarde. Dime idiota. Dime cómo tan estúpida.
Insisto: cabra tonta lesa.

Es por días. No es constante y esa es una novedad para mí. Hoy sí, mañana no, más rato tal vez. Pero cuando es, me derrito y no sé qué hacer.
No pienses que es más de lo que digo. Sólo digo. No es tanto tampoco. Es un poco. Que a veces es un poco más. Un poquito. Y eso, me torturaba. Creo que la culpa fue sentir una conexión. Unos momentos que compartimos. Unas palabras. Unas conversaciones. Incluso a veces unas miradas. Fue la complicidad. Y la culpa también es porque uno no manda lo que siente. Sólo lo siente. Algo confundido y escondido. En una de esas es normal, confundirse.
Hace bien que te abran los ojos. Que te cacheteen. Se me pasa rápido.
Algo bueno que he aprendido es a vivir el a h o r a.
Ahora ya sé
y fue de rompeyraja.

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