lunes, 23 de agosto de 2010

Volver

Necesito un poco de romanticismo. Reafirmo mi condición de romántica empedernida que aunque el amor la friegue, no se vence.
Quiero que me entregue más de lo que espero de la vida.
Quiero que me muestre el mundo a través de su mirada.
Quiero dejarme llevar por un instante que me provocó más que meses de planicie.
Me hacen falta esas sorpresas que tanto anhelo.
Y un poquito de picardía.
Me hace falta volver a ser.
Con esos detalles, que siempre veía.
En estas noches de insomnio, en que la intranquilidad ataca, me doy cuenta que me desvío.
Me encanta cuando me encanto, de la vida en sí misma. De las posibilidades.
De las eventualidades.
De las casualidades.
Quiero una intención implícita.
Un roce intencional sin pretensión.
Una mirada, esquiva, pero certera.
Todo esto es lo que me devuelve vida.
Pero, por qué siempre lo romántico está en lo frustrado, lo prohibido, lo fracasado o lo imposible?
En lo real, cuesta tanto.

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